Tres en breve.
El muerto, el abogado y el banco.
1) El velatorio.
¡Silencio por favor!, gritó
el muerto desde su ataúd, a todas las personas que en su velatorio no paraban
de hablar, además de hacerlo en voz alta.
¡Ni siendo cadáver, puede uno estar tranquilo!, pensó el finado, tratando de recuperar el sueño perdido.
2) La pregunta.
El letrado, por cierto, un
tipo bastante presumido y prepotente, se dirigió al hombre que estaba sentado a
su lado, y le dijo:
¿Puedo hacerte una pregunta?
¡No hablaré si no es en
presencia de mi abogado!
¡Imbécil, yo soy tú abogado!
¡Pues si es así, no tengo nada que decir!
3) El préstamo.
Aquel hombre, agobiado por
las deudas, no tuvo más remedio que acudir al banco, algo que sin duda,
detestaba profundamente, y allí se dirigió desesperado a solicitar un préstamo,
con tan buena suerte, que se lo concedieron sin intereses, pero el pobre
desgraciado, recibió un susto tan enorme, que se murió de un infarto.