Microficción.
=== Historias breves ===
Autor: © Fran Laviada.
«La brevedad es el alma del ingenio» —William Shakespeare.
 

El investigador.

En mi larga carrera como detective privado estuve involucrado en muchos casos, pero sin duda alguna, el más curioso de ellos, fue aquel en el que una señora encargó la misión de vigilar a su marido, ya que sospechaba que este le era infiel. La mujer que contrató mis servicios era mi esposa.

Rebelión a bordo. 

El motín llevado a cabo en el barco en el que navegaba, fue un éxito. Y he de reconocer, que uno de los cabecillas de la rebelión fue un servidor. Sin embargo, cuando recobré la razón, perdida por el exceso de ron, me tuve que lanzar al agua y nadar rápido hasta la isla más próxima para poder salvar mi vida. La tripulación quería colgarme del palo mayor, porque yo era el capitán.

El Caminante

¡Nadie me espera al final del camino, por eso avanzo despacio, tan solo me interesa seguir adelante y no detenerme nunca, y ahí sigo caminando sin parar!, dijo el hombre, después de llevar más de cien kilómetros en sus pies y durante el mismo día. 

¡Pues ya son ganas de caminar amigo!

Invisible.

Aunque muchos no se lo crean, fui actor de cine, pero a fuerza de ser sincero, la verdad que tan solo participé en el rodaje de una película. Sin embargo, tuve la mala suerte de que la única escena en la que yo salía, fue cortada en el montaje. Y lo peor de todo es que siempre me quedará la duda, si algún día habría podido llegar a ganar un Óscar. ¡Me gustaría saber quién fue el maldito montador de la película!

El golpe.

Cuando el general dio el golpe de estado (eso sí, respetando la vida de los ciudadanos, excepto, los que se mostraron en contra del acto golpista), y se hizo con el poder, lo primero que dijo fue lo siguiente: ¡Que conste para todos aquellos que me acusan de autoritario, que no soy un dictador, tan solo es que, no me gusta la democracia! Y a continuación volvió a su despacho, tenía mucho trabajo que hacer y lo primero, sin duda, era firmar las sentencias de muerte pendientes, algo que corría prisa, ya que los enemigos de la patria eran muchos y había que acabar con ellos cuanto antes.

Farsantes.

A Ricardo lo engañaron muchas veces, hasta que aprendió de sus errores y nunca más se volvió a fiar de aquellos charlatanes que le querían vender una parcela en el paraíso eterno. Sobre todo, después de ver a tanto vendedor de humo disfrazado con la careta de la honradez y ahora como nunca es tarde si la dicha es buena, Ricardo siempre dice: 

¡Qué se metan su terreno por donde les quepa, yo ya no lo quiero ni regalado!

Sin respuesta.

Alguien me preguntó un día:

¿Qué es mejor, disfrutar tres días de lluvia con paraguas, o uno de sol sin sombrero? Y yo la verdad, como no sabía qué contestar, le hice otra pregunta:

¿Qué es mejor, pasar tres días de sol con un calor sofocante y sin sombrilla, o uno de lluvia con paraguas y mojándose? 

Y ahí quedó la cosa.

"Territorio Siniestro"


La pesadilla. 

Cuando desperté una de mis peores pesadillas se hizo realidad, me habían enterrado vivo y el pánico se apoderó de mí, aunque procuré con todas mis fuerzas abrir aquel ataúd bajo tierra. Pero no encontré la forma de lograrlo y la sensación de terror se hizo insoportable hasta que por fin me di cuenta, que todo era un mal sueño, ya que había muerto el día anterior, pero me incineraron, así que era imposible que estuviera encerrado en una rústica caja de pino. 

¡Respiré tranquilo!