"Historias en Terrícolandia: Superviviente en un Planeta llamado Tierra" (I).
El contenido publicado a continuación pertenece al libro titulado “Superviviente en un planeta llamado Tierra” que forma parta la Trilogía Terrícola publicada en Amazon en el siguiente enlace:
Iremos publicando diariamente los diversos capítulos (o partes) de todos los libros que componen la Trilogía para que los lectores que nos sigan los puedan leer de forma gratuita. Para aquellos que les guste el contenido de lo que publicamos y prefieran adquirir el libro para no tener que esperar a leerlo por capítulos (o partes) pueden hacerlo en los siguientes enlaces:
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Imágenes: Pixabay
© Textos: Fran laviada 2022 (Todos los derechos reservados)
NOTA DEL AUTOR
La Trilogía Terrícola está formada por una recopilación de artículos y otros textos de contenido diverso que el autor ha ido publicando en los últimos años (aunque en algunos casos, se ha ampliado y/o retocado el contenido, y también se ha añadido material inédito para completar la extensión de la mencionada Trilogía), en la Red Internet, en páginas web, blogs y en diversas plataformas relacionadas con medios de comunicación y otras de diverso contenido temático. Los textos se han adaptado en la medida de lo posible a la estructura del libro, y aunque todos los apartados (o pequeños capítulos) guardan cierta relación entre sí, ello no supone que cada texto sea continuación del anterior y de ahí que a lo largo de los tres libros se hayan publicado como apartados independientes. El autor cuenta su vida como Terrícola, escribe sobre sus experiencias en el planeta, expresa sus opiniones sobre el entorno que lo envuelve, lo que no le gusta y le genera una permanente insatisfacción vital, lo que tiene que hacer para seguir adelante en el complicado camino de la existencia, y la búsqueda permanente del positivo combustible existencial que le permita avanzar con moderado optimismo, pero sin vivir en un mundo irreal, que muchas veces actúa como mecanismo de salvación, aunque al final choca siempre frontalmente con la cruda realidad. Este es el segundo título de la trilogía, el anterior publicado fue “El terrícola insatisfecho” y el siguiente y último “El asfixiante globo terráqueo”.
“Es obligatorio para todo ser humano, alimentar sin descanso su instinto de supervivencia, por eso ando, corro, nunca paro y sigo el camino. Siento, respiro, vivo. Ahora hace calor, luego frío y aparece el dolor, pero pienso, y me río. Mismo camino, paso más corto, y corro, pequeño salto y me río. Me duele, pero sigo vivo. Lluvia, viento, vuelve el frío. Sudor, dolor, sigo, otra vez calor, pero no me fío, quizás retorne el frío. Otro día más y corro. Caminar, correr, nunca me quedo quieto. ¡Gracias, me siento vivo! Y sigo. Paso largo, mismo camino, me duele, pero me río...”
Introducción
Cuando escribes una historia de ficción, uno pone en boca de los personajes que inventa, todo lo que se le ocurre para dar rienda suelta a su imaginación, y se sumerge en un mundo de fantasía, en el que se puede permitir el lujo de transformar la realidad según el capricho y la creatividad del momento.
El escritor cuando inventa, puede inspirarse en personajes reales y hechos verdaderos, pero dándole siempre (como mínimo, haciendo el intento) rienda suelta a su capacidad para cambiarlo y mezclarlo todo (nombres, hechos, fechas, situaciones, lugares...), pudiendo crear algo que tan solo está en su cabeza, únicamente hace falta llevarlo al papel. En definitiva, quien escribe, puede sentir esa sensación de libertad que le permite sacarse de la manga otros mundos paralelos a los auténticos, para ponerse a salvo de la cruda realidad, que en muchas ocasiones puede llegar a ser asfixiante, aunque a veces, como es el caso de lo que aquí se cuenta, no hay ficción que valga, y todo lo que se dice está basado en el desarrollo de la existencia diaria del autor, aunque, como toda opinión personal, lo expuesto siempre está supeditado a un criterio muy particular de quien escribe, aunque uno, siempre trate de seguir en todo momento el camino de la objetividad, aunque eso no signifique que se tomen caminos equivocados, algo que en definitiva se hace todos los días, tomando decisiones para encaminar nuestros pasos en la dirección adecuada, que no siempre es la elegida.
Lo que sí resulta evidente, es el hecho de que uno libremente, se permite expresar sus opiniones ejerciendo su derecho a decir lo que piensa sin ofender a nadie, ya que la libertad de expresión, también tiene sus límites, y acompañado en todo momento, de esos dos amigos inseparables, inspiradores y fieles, que se llaman soledad y silencio, que sin duda, aportan claridad a las ideas, para buscar salidas más o menos satisfactorias que permitan en cierta medida, mitigar la insatisfacción vital permanente, que nos embarga a los seres humanos, excepto a los que ya están resignados, a los conformistas y a los cobardes, estos y algunos más, que han dejado su supervivencia en manos de eso que se conoce como el destino, pensando erróneamente, que todo está ya establecido de antemano, y que un individuo puede hacer poco para cambiarlo, cuando la realidad de la vida diaria, es que siempre, los que tienen más posibilidades de seguir respirando y salir adelante en este planeta llamado Tierra en el que vivimos, son aquellos que no se rinden nunca, que no bajan la guardia, que no se paran, que se levantan cuando caen (y casi siempre, sin ayuda de nadie), es decir, todos aquellos que son conocidos como Supervivientes.
Y a todo lo dicho (insistimos en ello, igual que en el primer título de la Trilogía) que hay que añadir a todo lo dicho, el sentido del humor, ese aderezo imprescindible que toda buena ensalada existencial necesita para darle a la mezcla el equilibrio necesario y conseguir que la filosofía del buen estado de ánimo prevalezca siempre por encima de la adversidad.
"La risa es un tónico, un alivio, un respiro que permite apaciguar el dolor".
(Charles Chaplin)
Capítulo 1
Hoy es el primer día del primer año de la vida de cualquier ser humano.
Los años vividos hasta la fecha (muchos o pocos), han muerto, y por lo tanto, deben de estar enterrados o incinerados sus restos y esparcidos a los cuatro vientos. Si el pasado de unos ha sido positivo, lo mejor es rezar en señal de recuerdo y agradecimiento, y despedirse, si por el contrario, para otros, el recuerdo del ayer solo aporta negatividad, quizá una opción válida sería escupir sobre su tumba o al aire, si es que esta no existe sepultura, y olvidarse para siempre de lo ocurrido.
Tanto en un caso como en otro, podemos recordar el dicho católico (desconozco si es igual en otras creencias religiosas) de que en paz descansen (R.I.P) y a partir de aquí iniciar el Año Cero y seguir adelante.
Capítulo 2
Si hacemos un pequeño ejercicio de creatividad mental, y nos imaginamos que en el interior de nuestro cerebro, tenemos un reproductor de música (formato a libre elección), con un ligero esfuerzo, podremos escuchar la melodía que suena en su interior, solo hace falta tener el suficiente sentimiento, la sensibilidad imprescindible y una mínima capacidad para emocionarse. En definitiva, simplemente es necesario, que la zona correspondiente al hemisferio cerebral derecho, no sea una tierra árida y se encuentre lo suficientemente regada, para que brote la vida en ella.
El sonido de la música, siempre nos recuerda, si le prestamos un poco de atención, que la existencia del ser humano no es excesivamente larga, y que hemos de aprovechar el tiempo, para hacerlo los más productivo posible, exprimiendo todo el jugo a cada día vivido, como si fuese el último de nuestro paso (fugaz) por la tierra.
En resumidas cuentas, no hay que perder ni un segundo (ni tan siquiera una décima), en aquellos asuntos que por lo general no nos llevan a ninguna parte, y que al final, van en contra de nuestros propios intereses, porque atienden más a los deseos de otras personas, que muchas veces ¡y eso es lo verdaderamente lamentable e inadmisible!, quieren imponernos a toda costa sus opiniones, deseos e incluso (¡manda huevos!) sus caprichos.
Siempre hay que seguir el sonido de nuestra propia música, y nunca escuchar la que nos quieren tocar los demás, ni tan siquiera el estribillo, que es un preámbulo con trampa que finamente y con astucia calculada nos lleva al engaño, si nos dejamos engatusar.
Y si para ir a nuestro propio ritmo, hemos de llevar el paso cambiado, se va ¡y
no pasa nada, faltaría más! (otra cosa sería estar desfilando en plan militar).
Si al resto de la gente no le gusta, no es nuestro problema. Si uno sigue una marcha musical que no es la suya, y lo hace por complacer a los demás, o por miedo, e incluso por educación, que de todo hay, lo único que se consigue, es traicionarse a uno mismo, y eso sin duda alguna, es de la amplia gama de errores que un ser humano puede cometer, uno de los peores.
“Si un hombre no va al mismo paso que sus compañeros, quizá sea porque oye
un timbal distinto. Dejémosle seguir el paso de la música que oye, sea acompasado o irregular”
(Thoren).