De tres en tres (4).
1.- Siento el miedo que vive dentro de mí, que muchas veces me inmoviliza como un dardo paralizante, y otras me ciega poco a poco, cubriendo todo mi ser con un manto invisible que primero, tan solo me permite distinguir sombras, y luego me ciega por completo, mientras se apodera de mí una sensación muy desagradable, un vértigo infinito y un malestar en el alma, porque no es algo físico, y me veo incapaz de combatirlo, de hacerle frente, hasta que por fin la luz liberadora de la mañana, me despierta y me salva una vez más, de ese sueño convertido en pesadilla que tantas noches me acosa como un lobo salvaje. Y siempre me hago la firme promesa, cada vez que un nuevo día de mi vida comienza, que ¡jamás voy a permitir que ese miedo soñado, pueda hacerse dueño de mi existencia cuando estoy despierto!
2.- Sin darnos cuenta, o siendo conscientes de ello, muchas veces vivimos en un miedo irreal, que nosotros mismos provocamos (aunque no sea intencionadamente, salvo quien disfrute con su propio dolor), cuando volvemos al pasado y giramos nuestra vista hacia atrás, a pesar de que eso nos duela demasiado, o imaginamos un mañana que nos agobia en exceso, porque se nos presenta embarazado de incógnitas, que somos incapaces de resolver, y en nuestro error no nos damos cuenta, que muchas veces tratamos de resolver problemas que no existen.
3.- Lo mejor de ayudar que se le
puede ofrecer al prójimo, es aquella que se lleva a cabo, sin esperar nada a
cambio. También existe la opción de hacerlo para obtener algo (hay que tener cuidado
con ese tipo de “ayudas interesadas”), o simplemente “pasar” (cada cual que se
arregle con su conciencia), eso es una decisión personal de cada individuo,
aunque si uno es coherente, no puede esperar la ayuda de los demás cuando lo
necesita, y por el contrario, no “echarle una mano al vecino”, cuando este
tiene problemas.
Ya decía Confucio, aquello de que: El verdadero caballero es el que solo predica lo que practica.